Imagenes en Celeste

martes, 2 de octubre de 2007

Con la pasión de una identidad

Francisco Ortiz.


¡Es que no podí ser de O’Higgins! Qué frase tan recurrente en un país donde lo importante es poder decir “mi equipo ha salido todas estas ocasiones campeón, ¿y el tuyo?” Un mundo futbolístico centrado en logros, dejando de lado toda identidad o pasión nacida desde los suburbios de la localidad propia.

Pero qué importa aquello cuando se está alentando al equipo más grande de provincias, a aquel que es único capaz de llenar un estadio de celestes, sin importar el rival. Es posible que la gente apasionada no sea mucha, pero jamás ha faltado un fiel hincha celeste alentando al “Ohi”.

Cómo entender y razonar lo que puede provocar este incondicional amor por un cuadro que aún siquiera llega a la tercera edad. Que con el esfuerzo de muchos logró encumbrarse como lo que conocemos hoy. Un equipo que no posee logros concretos, tangibles, pero que tiene un pasado asombroso, con miles de historias tan atrayentes como curiosas.

Muchas veces me han contado la historia de aquel equipo que llegó a instancias finales de Liberadores en el ’80, cuando yo aún siquiera estaba como proyecto de vida. O incluso yéndonos a logros más específicos, aquella vez en que la gloriosa “celeste” vapuleó a un cuadro albo lleno de figuras, sin duda en esa ocasión ni mis padres se conocían.

No obstante, hay algo en la lógica que no es tan obvio, y es que a muchos no nos quita el sueño ver a O’Higgins encumbrase nuevamente a esas alturas, claramente no se niega el deseo de poder gritar ¡campeones! y con ello hacer historia, pero una vez que se ha pasado por buenas y por malas, con tantas emociones entre medio, la incondicionalidad se ejerce al ciento por ciento.

Es por ello que el partido que más se enmarca en mi mente es un jugado el 2004, en la liguilla por el asenso contra Deportes Concepción, disputado en Rancagua. Aquella vez recuerdo que la celeste no tenía ninguna posibilidad de lograr el regreso a primera y de hecho la visita venía a conseguir eso.

Los momentos previos aún los tengo grabados. Aquel día en España había sido suspendido el partido del Real Madrid por una amenaza de bomba en el estadio. Posterior a ese encuentro un amigo me pasó a buscar para que fuéramos a disfrutar del último partido de la temporada, que por lo demás no tenía relevancia alguna en términos de logros.

A pesar de todo, debo reconocer que en un comienzo no me mostré muy animoso, pero con el pasar del tiempo fui interesándome más. Una vez en el recinto me sentí muy decepcionado por el público local, por nosotros, los hinchas, que en momentos donde debíamos estar, sólo pocos asistimos.

Fue un orgullo para mí estar alentando al equipo de mis amores en un momento tan complicado. A la vez admiré a los hinchas penquistas, no por que viajaran; sino porque eran más que nosotros, y eso no lo había visto nunca, y ni espero volver a verlo.

Cada vez que hablo de O’Higgins me emociono, quizás es la lejanía. Actualmente vivo en otra región y, aunque ello no me impide ver a la celé, sin duda que se crea un sentimiento, un lazo, que es imposible quebrantar y que aumenta en proporción a la lejanía. Es muy satisfactorio poder reflejar la identidad de esta manera, poder saber que cada ver que hablan de tí, inmediatamente te asocian a un club tan importante.

Si me preguntan por qué soy de O’Higgins, en realidad no sé qué responder. No se me viene ninguna idea más que la de la identidad, que válida o no, para mi es importantísima, sin importar lo que digan los demás, aunque eso signifique una carcajada.

Es posible que esté siendo cliché o como se quiera llamar, pero 52 años de historia dan para mucho. Se nos viene el segundo año como sociedad anónima, yo no estoy para cuestionar aquello, sin embargo, no se puede negar la relevancia, los cambiaos profundos que ha sufrido el club. Yo sólo espero que la identidad se mantenga, espero que una empresa no termine con este sentimiento de la gente, que la pasión no se acabe.

Para que ello ocurra se debe seguir con la historia de la hinchada, de no dejarse llevar. Una vez fue la insignia, y logramos imponer nuestra idea de identidad e historia, ahora eso se debe mantener, aún eso signifique mucho sacrificio. Jamás se deberá permitir que un empresario acabe con nuestros sueños y pasión.

El tema ya está, los años también, ahora queda seguir con la ilusión, con el esfuerzo y los cojones como para mantener una historia marcada por la identidad, la importancia de una provincia y la pasión de una región celeste: la de O’Higgins.

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